Sobre el subjuntivo – ‘I hate Mexico’

La enseñanza del subjuntivo a estudiantes cuyas lenguas nativas no cuentan con un recurso gramatical “equivalente” a este modo verbal, es un reto pedagógico interesante, sobre todo cuando se está frente a grupos numerosos y diversos, como sucede en los salones de clase del sistema público de una ciudad como Nueva York. Este post tiene que ver con una sesión de clase dedicada al subjuntivo, y, sobre todo, con cómo las expectativas y representaciones de los estudiantes hacia las formas de la lengua, su funcionamiento y su enseñanza, pueden llevar a momentos de verdadera frustración, debido a la dificultad de racionalizar/comprender y aplicar los “principios teóricos del subjuntivo” que se establecen en el libro de texto, es decir, aprender las leyes del uso gramatical del subjuntivo de acuerdo con las funciones o las intenciones comunicativas que han sido identificadas y reconocidas por la gramática. Este post quiere apuntar no solamente a la frustración en sí misma, sino sobre todo, apuntar hacia cómo esta acude al momento socio-político en el que toma lugar el proceso de enseñanza de la lengua para terminar siendo verbalizada en un comentario como “I hate Mexico”.

Palabras más, palabras menos, en las primeras enseñanzas de las conjugaciones del modo subjuntivo en español suelen reiterarse las siguientes condicionantes de uso: 1) Que el subjuntivo es o debe ser usado para expresar deseo, 2) Para expresar emociones y opiniones subjetivas, y/o 3) Para expresar duda o probabilidad. Se suele establecer también que en nuestra lengua los hispanohablantes modificamos y ajustamos la forma del verbo para que este coincida con alguna de esas tres intenciones expresivas. Por ejemplo: “Me gustaría que leas este texto”, “Qué bueno que te interese”, “Es probable que los lectores encuentren atractivo el tema”.

Muchos cursos incluyen secciones en las que se aborda la posible alternancia entre formas del modo subjuntivo y formas del modo indicativo. Cuando esta alternancia no parece encontrar una explicación lógica, una explicación que no encaja con el ideal Una forma-Un significado, y por lo tanto se ubica en el ámbito de lo estilístico o la variación libre, cuando nos enfrentamos de forma inevitable con el lado social de la lengua, impredecible y volátil, muchos experimentan frustración o molestia.

En realidad, no parece que sea muy complicado comprender que una oración como “Qué bueno que te interese” es pragmáticamente tan posible como “Qué bueno que te interesa”, no es por sí mismo algo complicado y problemático, lo que sí resulta complicado y confuso para los estudiantes es la convivencia en el salón de clase de dos discursos que, aunque no son contradictorios, no apuntan en la misma dirección: 1) el discurso del libro de texto, que busca fijar las normas de uso con propósitos pedagógicos, y 2) el discurso del profesor, al menos este profesor, que entiende que si estas normas de uso no son flexibles terminan borrando a los hablantes de la lengua, volviéndola una teoría, o una abstracción. Creo que lograr la conciliación de estos dos discursos es uno de los retos más importantes en la enseñanza del español y de cualquier otra lengua.

El día que tuvo lugar esa lección a partir del discurso del libro de texto, yo, con toda la latinidad y toda la mexicanidad de mi hispanismo, incluí el discurso que reconoce la variación y el aspecto social del código lingüístico a partir de mi propia variedad dialectal; lo hice porque a fin de cuentas ese hispanismo latino-mexicano no solo resulta ser mi lengua, resulta también que es la lengua que mejor conozco, y la lengua con la que me identifico. ¿Qué obtuve ante esta problematización “crítica” en la enseñanza del subjuntivo a la mexicana? Un “I hate Mexico”, ese fue el comentario de uno de los participantes de la clase.

Es decir, si el español que habla el profesor y el que se habla en México representan desviaciones a los contenidos establecidos en el libro de texto, el problema no es el libro de texto, el problema es México. El estudiante asoció la diferencia en el uso reconocido por el libro y la realidad sociolingüística que yo podía, quería, y debía, cuando menos, mencionar. Al hacerlo, mi comunidad de práctica y yo pasamos a representar un obstáculo en el proceso de aprendizaje de la lengua. El “desajuste” entre la norma de uso del subjuntivo establecida por el libro, y mi variedad de uso sociolingüístico, provocó una reacción de molestia, una reacción espontánea e irreflexiva, aparentemente inofensiva, que tomaba sentido particularmente en el marco de los acontecimientos de tensión que por esas fechas había entre los gobiernos de Estados Unidos y México, y el clima de opinión en torno a esta relación bilateral, magnificado por los medios de comunicación, encargados de la circulación y movilización espectacular de discursos de este y otro tipo en la esfera pública estadunidense.

Por supuesto, la reacción de molestia del estudiante no debería ser juzgada más allá del comentario desafortunado que fue, quizás valorado por algunos como “inapropiado”. Soy de la idea de que el salón de clase, sobre todo el salón de clase donde se aprende una segunda lengua, debe constituirse como un espacio que permita el error. Para poder aprender de él, y para poder reflexionar a partir de él.

¿Ha sido tu dialecto un “obstáculo” para la enseñanza del español en Estados Unidos? El reto es cómo enseñar una lengua sin tener que sacrificar al hablante que todos los profesores llevamos dentro. Pienso que es algo posible y necesario.

(Nota original escrita el 19 de abril de 2019).

Tagged , , , , , , , ,

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Skip to toolbar